Presentación

Bienvenidos. Este blog pretende ser un pequeño cuaderno donde recoger las reflexiones a las que me conducen mis experiencias en clase y mis investigaciones personales, tanto dentro como fuera de los tatamis.

¿Qué tatamis? Pues soy profesor de Karate, Kobudo y Aikido, de manera que será por aquí por donde empecemos. Pero lo que no puedo decir es dónde terminaremos, ya que cuando se tira de un pequeño hilo al final uno puede encontrarse con una manta enorme.

¿Qué pretendo con el blog? Simplemente formular ideas, ordenarlas y, ya que estamos, compartirlas. Si a alguien le sirven (además de a mí), genial.

Adelante, y espero que lo disfrutéis.

miércoles, 26 de enero de 2022

Por sus frutos los conoceréis

https://www.facebook.com/Apoyo-a-Estela-D%C3%ADaz-Mu%C3%B1oz-105548501533505/

Hace mucho, otra vez, que no escribo por aquí. Pero hoy la ocasión lo merece, y es que me he enterado, casi por casualidad, de la situación que está viviendo una de las mejores personas que conozco, y de rebote sus alumnos.

No voy a entrar en las cuestiones de acoso laboral, de despido improcedente ni de difamación de una gran profesional y mejor persona. Eso está en manos de los tribunales y este blog es para otras cosas.

Lo que sí está relacionado con este blog es el ataque a una escuela deportiva municipal por parte de un ayuntamiento. De su propio ayuntamiento.

Por principio, me entristece mucho que desaparezca un grupo donde se desarrolla una actividad deportiva o artística, ya que estas actividades aportan muchas cosas positivas tanto a cada individuo como a la sociedad en la medida en que cada individuo afecta a su entorno. Pero cuando además el grupo funciona bien y se está manejando con buen criterio y buenos resultados, y hay voluntad y ganas por parte de los implicados de continuar con el trabajo, entonces ya me resulta del todo incomprensible. Bueno, salvo que haya otros intereses en juego y lo importante en el caso no esté siendo el buen desarrollo de los alumnos ni la buena marcha de la escuela, ni que los valores que aporta la práctica puedan trasfundirse al resto de la sociedad. Si lo importante entonces es otra cosa, pues habrá que poner en una balanza qué es lo que se está considerando más importante, y ver si de verdad merece la pena ese cambio de consideración. Y ya puede pesar lo nuevo, porque los valores de una escuela deportiva* son muchos e importantes: superación, disciplina, resiliencia, respeto, compañerismo, mejora de la confianza... En definitiva, aspectos que solemos admirar en la gente y que siempre se mencionan como positivos. ¿Tanto pesa aquello por lo que se pretende sustituir? ¿A quién beneficiará el cambio? ¿A quién perjudicará? Incluso si no se produjese un cierre de la actividad sino una sustitución en el cuadro técnico, las preguntas son las mismas. Por experiencia propia, me ha tocado ser el que venía a sustituir a un maestro muy querido por su grupo (y me ha tocado en varias ocasiones). Habitualmente, sobre todo si es un grupo sano y bien dirigido, el cambio resulta poco menos que insoportable, y el grupo termina muriendo... O tiene que volver quien pretendía retirarse de la docencia para centrarse en cuestiones administrativas. Es decir, que para los alumnos y sus familias, mal. Y para un (en este caso una) profesional que ganó su plaza con mucho esfuerzo y ha desempeñado su cargo sin tacha, también mal, ya que ve su vida profesional tambalearse de una manera que podría llegar a influir en su manera de trabajar. Por no hablar del daño moral, psicológico y a su imagen... Pero de esto he dicho que no iba a hablar.




______________
*En esta ocasión es una escuela de Taekwondo, pero me daría igual una banda de música, un conservatorio, una escuela de danza o un equipo de baloncesto, balonmano, boxeo, rugby, fútbol... Los valores que transmiten en sus practicantes generalmente son los mismos.

miércoles, 12 de abril de 2017

Seminario de apertura

Ésta no es una entrada al uso de las que suelo hacer. Es más bien la reseña de un seminario de defensa personal que impartimos el pasado 25 de marzo.

Una clase con una acogida excepcional, que en principio iba a durar tres horas y que luego hubo que ampliar porque se nos hicieron cortas. Tuvimos la suerte, además, de contar entre los invitados con un grupo de amigos de hace tiempo que tuvieron a bien venirse a jugar con nosotros, desplazando hasta el dojo Kimura su habitual entrenamiento de los sábados.

El trabajo se centró en tres pilares básicos: la "escucha" o adaptabilidad al momento y circunstancias en que nos encontramos, la naturalidad y la sencillez de gestos y planteamientos. El resultado, un trabajo asequible del que, es al menos mi sensación, todo el mundo se llevó algo de provecho.

Un aspecto a resaltar es que los asistentes no se creyesen que lo que habían estado practicando durante tres horas largas fuera Karate. Creo que es algo que los karatekas debemos hacernos mirar: si en un grupo de cerca de treinta personas, pongamos que veinte no habían hecho Karate antes y han salido contentas de la experiencia, pero abiertamente reconocen que si el curso se hubiera titulado "Karate" o algo similar no hubieran probado... Algo hay en la imagen que se ha transmitido del Karate que no nos lleva a ningún lado bueno.

Para finalizar, agradecer a todos los asistentes su presencia en el curso. Lo pasamos genial. Agradecer también a la dirección del dojo Kimura la cesión del espacio. A Esther, por el estupendo vídeo que se ha currado...


Y prometer que habrá más. Concretamente, uno al mes, o cada dos meses a lo sumo. Ah, y se aceptan sugerencias sobre los temas a tratar, así que, con confianza.

lunes, 27 de febrero de 2017

Comer de menú

Una cuestión que agobia y despista en el aprendizaje es la cantidad de variaciones existentes de cada trabajo. Es como estar en un bufet libre y querer terminárselo todo: es inabarcable, salvo para casos excepcionales.

De manera natural, cuando hemos visto una cierta variedad técnica queremos reflejarla en el momento del examen, y nos olvidamos a menudo de que lo importante en realidad es irse a la base, es decir, a la esencia. Me da igual el Arte Marcial de que estemos hablando, porque si en Aikido queremos hacer un muestrario completo de todos los kokyunages que conocemos (y hasta de los que nos inventamos), en Karate o en Kobudo nos complicamos la vida buscando el kata más avanzado, o haciendo giros o posiciones de equilibrio más difícil. En resumen, buscamos mostrar ese movimiento definitivo que sólo un maestro sería capaz de ejecutar y apreciar... Pero nos olvidamos de que un trabajo "más alto" tiene que implicar una ejecución "más alta"; de que el "arte" está en utilizar lo adecuado en cada momento, sin añadir más que lo que hay que poner; y, dobre todo, nos olvidamos de qué es lo que se pide para el nivel al que optamos.

A veces llegamos a despreciar lo básico porque es "demasiado básico", y nos olvidamos de que "básico", en este contexto, es equivalente a "fundamental". Y entonces nos encontramos en el absurdo de despreciar un trabajo porque nos parece demasiado fundamental.

En resumen, y para tranquilizar conciencias ahora que toca preparar exámenes: aprended la forma de los trabajos que tocan, pero, sobre todo, entended cuándo toca cada uno, y no os perdáis en variaciones. Si se presenta la ocasión de mostrar alguna, aparecerá de manera natural. Y si no, es que no es el momento de mostrarla. No es necesario. El menú es amplio, pero no hay que comérselo todo.

domingo, 1 de enero de 2017

Cerrar etapas

Aunque llevo un tiempo dándole vueltas a esta entrada, creo que es el momento de darle forma y publicarla. Estamos en el cambio de año. Sólo un día más, pero con el simbolismo arraigado del día 1, que es para cuando preparamos nuevos proyectos, hacemos propósitos y hacemos balance de los proyectos del año anterior.

Pues bien, a pesar de lo arbitrario de la fecha, es indudable es que hay que revisar los proyectos, e ir cerrando etapas. De lo contrario, nos condenamos a un estancamiento insalubre.

Este cerrar etapas se produce en todos los ámbitos: la obtención de un grado que nos prepara para adentrarnos en el siguiente, el desarrollo de una idea de trabajo hasta que se agota, o que evoluciona hasta convertirse en una idea diferente... Lo mismo ocurre incluso con los grupos de trabajo. Nacen, evolucionan más o menos, y llega un punto en que no dan más de sí y mueren. Es el ciclo de la vida, y empeñarse en mantenerlo vivo más allá de su límite natural no es saludable. Eso sí, es bueno trasplantar la parte viva (tanto lo que queda del grupo como lo que la experiencia ha dejado en cada miembro) para que sea realmente aprovechable. Si no, el tiempo invertido, en lo que sea, habrá sido un tiempo perdido.

Me gusta pensar que esto también es una enseñanza de las Artes Marciales. Saber dónde estás y en qué momento, hacia dónde quieres ir, y cuál es la mejor manera de llegar.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Marcialidad mal entendida (y III)



Tercer ejemplo. El curso

Estamos en un curso. O en una clase, de nuevas. Puede que conozcamos a algunos participantes, y con ellos sabemos cómo trabajar: digamos que "hablamos un mismo idioma". Sé cómo trabajas, sabes cómo trabajo y hemos entendido el trabajo propuesto por el profesor. Podemos ponernos manos a la obra.

Ahora bien, no sé cómo trabajas, o si arrastras alguna lesión, y por tanto hasta dónde puedes llegar. No sabes cómo trabajo y qué es lo que pretendo buscar. O no acabamos de tener clara la propuesta del profesor. Por ejemplo, una combinación en la que se termina atacando con el antebrazo al cuello. O marcando un ataque con los dedos a la garganta, o a los ojos. O agarrando los genitales.

Pues bien, por simple prudencia, y aunque frecuentemente en los entrenamientos de clase, con mis compis y con mi profe, dediquemos largos ratos al endurecimiento, debería tener claro que la situación es distinta, los compañeros no son los habituales (si no lo son) y el trabajo, por tanto, seguramente deba cambiar.

Dicho de otra manera: el compañero no es un saco ni un makiwara, y determinadas áreas del cuerpo no están diseñadas para ser endurecidas mediante el golpeo. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta. Nadie estudia el endurecimiento de ojos, o de testículos pillándoselos con un cajón, ¿verdad? Y, si alguien lo hace, lo menos que cabe pensar es que no sabe qué hacer con su tiempo libre.

Pues bien. Por eso y porque, como comportamiento cívico básico, no debemos hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan, hay cosas que sólo se marcan y no se llega a impactar SALVO QUE ESTÉ ACORDADO, y aun así, trabajando con una intensidad que sea perfectamente asumible y controlable.

Generalmente, y salvo lesión grave, todos tenemos el saber estar suficiente como para aguantar una técnica pasada de potencia. Pero nos define como personas y como artistas marciales la capacidad de evitar o no que estas técnicas "pasadas" se nos escapen.

lunes, 10 de octubre de 2016

Marcialidad mal entendida (II)

Segundo ejemplo. La clase

Lo he visto en varios sitios, pero me voy a restringir a mis propias clases, a mis propias experiencias y a mis propios alumnos. Sobre todo porque, al ser asistentes habituales de mis clases, el nivel experiencial con ellos es muy superior, y me permite quizás un análisis más fino.

El escenario: estamos estudiando una técnica concreta, o a veces ni siquiera una técnica sino un ejercicio. Un compañero le exige a otro que le ataque más fuerte o más rápido. Suelen llamarlo "más real".  No han tenido tiempo de asimilar el ejercicio, ni en forma ni en fondo. Así, ocurre que no obtienen el resultado esperado. Otra variante es que decide atacar "más real" al compañero sin haber testado previamente su nivel de habilidad para este trabajo concreto.

Y, dado que no ha habido tiempo para asimilar el trabajo propuesto, bajo presión no puede salir bien. Porque no está integrado en el cuerpo. Y lo peor es que esta actitud es fuente de accidentes y lesiones.

Ojo, que sí es necesaria la intensidad suficiente para que llegue a darse un proceso adaptativo a nivel neuromuscular (vía estrés). Pero querer correr antes de haber aprendido a caminar no suele llevar a buenos resultados...

miércoles, 25 de mayo de 2016

Marcialidad mal entendida (I)

De un tiempo a esta parte llevo dándole vueltas a un tema que veo con frecuencia, tanto en exámenes como en clases regulares y en algunos cursos, por parte de asistentes, e incluso muchas veces de los ponentes. Se trata de una concepción de la marcialidad que me resulta llamativa.

Llamativa por efectista, y llamativa por fuera de lugar.

Me explicaré con unos ejemplos, que constituirán sendas entradas.

Primer ejemplo. El examen

Estoy viendo un examen, que es básicamente una exposición técnica. Sí, con un componente físico, porque hay que lucir el examen: no puede quedar flojo, ni salir uno jadeando como si fuera un perro costipado, porque queda muy mal. Y también tiene un componente psicológico-emocional: hay que permanecer centrado, atento, con intención... Si no, lo mismo daría ver un examen de Artes Marciales que a alguien despistado por el vuelo de una mosca. Y eso se nota desde fuera.

Pues es de la conjunción entre los tres factores (técnico, físico y psicológico-emocional) de donde brota el ambiente de marcialidad. Ahora bien, entiendo que el factor técnico constituye el escenario en el que se desarrolla el hecho en sí; el físico es el combustible que permite trabajar con una intensidad determinada y mantenerla durante un cierto tiempo. Pero el protagonismo, lo que luce realmente un examen, la "chicha", recae sobre la parte psíquica. Es decir, que es la capacidad de atención, de intención y de oportunidad la que da sentido a todo el conjunto.

¿Y qué ocurre cuando alguien se anima más allá de lo prudente? Pues depende, porque aquí hay vertientes:

1) El examinando se ensaña de manera gratuita con sus ukes, que por cierto, tampoco se van a revolver contra la situación. Eso sí, el tipo lo disfruta. Aparte de consideraciones morales o psicológicas sobre el tipo en cuestión, como juez o espectador me llevo la impresión de que el señor en cuestión se dejó el control en casa. No sobre las técnicas, ni sobre la situación, sino sobre sí mismo. Resultado, al menos para mí: NO APTO.

2) El uke del examinando se anima más de la cuenta, y está planteando una intensidad en la que el control por parte de tori queda casi al azar: le está apretando las tuercas tanto que algún resorte se va a salir de un momento a otro... Poniendo en riesgo no ya el examen, sino la integridad de su compañero y la suya propia. Como juez o espectador: es difícil evaluar la capacidad técnica de un aspirante está más ocupado en evitar lesiones para sí o para su compañero que de resolver una situación de examen.

3) Tanto uke como tori se animan y la intensidad sube más de la cuenta, hasta que las técnicas se desdibujan. Como juez o espectador, me parece estar viendo una pelea de bar. Creo que un examen es otra cosa. Para mí, NO APTO.

Los dos últimos casos se asemejan más a una reyerta que a un examen. Si no hay medida, si no hay control, no puede haber nunca un buen examen.